domingo, 14 de agosto de 2022

Lo mejor de los hijos es cuando son adultos.

 


Hoy mientras regresaba a casa en el interminable tráfico de Bogotá los días sábados luego de almorzar deliciosos platos vallunos con mi hijo Fabiandres, el director de artes escénicas, recordaba que en muchas ocasiones mi esposa Alma Patricia decía que los hijos no deberían crecer, desafortunadamente ella no pudo disfrutar de tener hijos adultos, es tal vez la mejor experiencia de la vida y el pase seguro a la vejez y la muerte con el deber cumplido.

Mis hijos ya no viven conmigo, se independizaron de forma inversa a su edad, primero se fue Luiscas, el menor, luego Claus, la princesa y por último Fabiandres. Esta independencia les ha permitido afrontar su futuro con madurez, pero principalmente realizar sus roles como adultos, principalmente aprender del método de ensayo y error que es el más común en nuestras sociedades.

Si de algo me puedo sentir orgulloso es de mis hijos, durante treinta años luché por destacarme en mi profesión y lo logré, desde mensajero hasta ser uno referente de la farmacia en Colombia, pero ahora que puedo disfrutar en tranquilidad de mi vida entiendo que más allá de mis logros, son mis hijos el resultado de ese esfuerzo, no tanto por lo que les aporté como padre, en muchos casos ausente, si no principalmente por lo que ellos me aportan de su vida de adultos.

Fabiandres es un hombre centrado, intelectual, reflexivo con quien puedo tener amenas charlas con temas profundos, como director de teatro es un estudioso de los entornos y eso lo hace afín con mi faceta de sociólogo.

Claus es la GERENTA de nuestras vidas, como dicen sus hermanos, es una administradora de empresas comprometida y proactiva, le llamamos así porque en sus manos y grandes capacidades está el manejo de la empresa de la cual ella y sus hermanos son accionistas, era mi empresa y logré con ella liderar el cambio generacional necesario para crecer y lo está haciendo.

Luiscas, el menor, el inquieto que siempre tiene un chascarrillo en mente, es mi conexión con el siglo XXI, él forma parte de la generación de jóvenes que cuestiona, observa, analiza y pregunta temas más allá de nuestro entorno. Está comenzando a madurar y será un gran ingeniero de sonido.

La adultez de los hijos la notamos en los momentos más críticos, mis hijos en menos de dos años pasaron por la ausencia de su amorosa madre y pilar de la casa, fueron mi fortaleza para los momentos más críticos de su enfermedad y partida. Este año tuvieron que afrontarlos momento difíciles sin mi, eran ellos tres y sus tíos quienes vieron como en cuestión de horas mi salud pasaba a estar en momentos críticos y dependiendo de las máquinas de una UCI. Fue tal su entereza que gracias a su amor y constancia pude salir avante y reincorporarme a la vida. 

Como la vida no tiene una cartilla para seguir, solo cuando nos toca el capítulo correspondiente es que encontramos como asumirla, tengo la gran fortuna de tener hijos adultos que con el tiempo se han vuelto mis mejores amigos como lo intenté ser desde que llegaron a mi vida.

La otra parte de tener hijos adultos y no menos importante, son los nietos, a Adrianes lo recojo cada semana para que me acompañe en mi apartamento o salir a pasear, es una actividad que llamamos "abueliar" que disfruto, sin los afanes de la cotidianidad, con el placer de poder reforzar aquello que no pude con mis hijos y con una gran ventaja: si jode mucho se le devuelve a los papás.

Soy un vago que lee. 


 

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