domingo, 21 de agosto de 2022

El "honor" de los militares. ¿Se merecen los privilegios?

 


   Los militares colombianos están pasando un trago amargo por culpa del "guerrillero" que llegó al poder y que según la oposición nos llevará a una dictadura. Hoy intentaré entender a que sabe ese trago.
   Para comenzar el presidente Petro hizo una limpieza de los altos oficiales, muchos de los cuales tenían en sus hojas de vida acusaciones de violaciones de derechos humanos, corrupción y apoyo a grupos ilegales; luego se atrevió a dejar plantados a la milicia que lo esperaba en el sagrado campo de paradas del ejercito colombiano; el Ministro de Defensa, que al igual que Petro no es querido por haber hecho seguimiento al paramilitarismo, informó que se acaba el reclutamiento forzoso; no conforme con lo anterior el Presidente dijo que los consejos de seguridad ahora es con los organismos civiles y no solo con militares, también dijo que ahora los ascensos se miden en proteger la vida (en el gobierno Duque asesinaron 930 líderes sociales) y se acaban los premios por bajas en combate y para terminar dice que un soldado raso puede llegar a ser general. Por fortuna Godofredo Cínico Caspa abandonó el país para evitar ver el debacle de sus gloriosos hombres de honor.
   Mucho de lo que exige el presidente como Jefe Supremo de las Fuerzas Militares es una afrenta a un ejercito que siempre se ha presentado como uno de los mejores del mundo, aunque durante más de medio siglo no pudo ganar la guerra interna y nunca ha participado en otras guerras, y que sus escándalos son más que sus resultados.
   Para entender un poco esta afrenta hay que comenzar por entender que las Fuerzas Militares han existido siempre como el brazo armado del poder, independiente si es democrático, dictatorial, comunista o capitalista, su función es garantizar ese poder, aunque a los ciudadanos en las democracias nos hagan creer que su función es garantizar la seguridad, el orden y la soberanía, en el fondo esa seguridad, ese orden y esa soberanía solo se le garantiza a la clase dominante, los demás ciudadanos son potenciales criminales, por eso hasta hace unas semanas el que pensaba diferente era un "terrorista", término evolucionado a lo que una época era "subversivo", un tema de narrativa del poder. Todo esto lo hacen los militares para ganarse unos privilegios a cambio de la "no beligerancia", en otras palabras el militar cambia su derecho humano a pensar y opinar a cambio de proteger al Estado que le da esos privilegios. 
   El caso del denominado "glorioso" ejército nuestro pasa a ser "vergonzoso" cuando se revisan publicaciones al respecto de entidades como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (otro grupo de terroristas por dejar en evidencia lo mal de nuestras fuerzas armadas). Comencemos por entender un poco la relación de las fuerzas armadas y la violación de derechos humanos en Latinoamérica a lo largo del siglo XX, especialmente hacia los años sesenta a los ochenta, en donde era común los asesinatos selectivos, las desapariciones, las torturas en las dictaduras de Centroamérica, Argentina y Chile, en donde Colombia siendo un país que se vanagloria de ser la más estable de las democracias, utilizó las mismas herramientas para silenciar a la comunidad, todo esto con el apoyo de los gringos para garantizar la estabilidad de la región y evitar el comunismo durante la guerra fría, luego disfrazado con el horrible nombre de "Plan Colombia".
   Para finales del siglo XX casi toda Latinoamérica había superado la bota militar pero en Colombia comenzó a florecer hacia inicios del siglo XXI cuando la milicia se prestó al juego del poder de la derecha y comenzó a recibir privilegios por las muertes en combate que no fueron más que crímenes de Estado que se presentaron con el eufemismo de "falsos positivos" demostrando que la vida humana no tenía ningún valor para los "hombres de honor". El país ya había pasado por esto con actos criminales como la retoma del Palacio de Justicia donde solo a los militares se les ocurrió derribar a cañonazos una de las tres ramas del poder, con la justificación de estar "¡Aquí defendiendo la democracia, maestro!" como lo interpretó el coronel Plazas Vega.
   El ejercito nunca enderezó su accionar, desde 1978 hasta el 2014 los agentes del Estado fueron acusados de 290 masacres donde fueron protagonistas, estos son datos oficiales porque de los otros no se sabe, lo que si es claro es que según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), al que debemos creerle por ser oficial, un total de 94.754 asesinatos se presentaron durante el conflicto en donde los paramilitares y el Estado son responsables de más de 103.000, mientras la guerrilla tiene la despreciable (literal) suma de 35.000. 
   Hoy el Ejército Colombiano está frente a un momento histórico, demostrar que toda la canasta no está podrida, que algo se puede hacer con lo que queda y que los privilegios a los que tiene derecho a cambio de ser el brazo armado del poder se los merece por servir a los colombianos y para hacerlo debe comenzar a buscar las cremas para las cicatrices que ellos han dejado en generaciones.
   Soy un vago que lee.

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