El 25 de diciembre de 1991, media hora después del discurso de renuncia de Mijaíl Gorbachov, caía la bandera de la URSS, esa bandera tenía dos símbolos que identificaban al proletariado: la hoz y el martillo, con esa bandera se sepultó no solo el comunismo, también el sueño de una sociedad igualitaria.
Mi generación creció con dos sistemas opuestos, el capitalismo y el comunismo, en Colombia al igual que en algunos otros países de Latinoamérica se hablaba de socialismo a escondidas, algunos profesores arriesgaban su cátedra con el "Manifiesto del Partido Comunista" o "El Capital", en mi colegio pasábamos a escondidas la revista Sputnik, durante un tiempo participé del MOIR a riesgo de que fuera tachado de subversivo. Con Gorbachov cae el comunismo así los populistas de derecha latinoamericana como el Centro Democrático lo revivan antes de cada elección.
La historia la narran los vencedores y lo que sabemos de la URSS se encuentra en la narrativa que nos imponen los gringos, la cual dice que el mundo es libre gracias a Reagan, en Europa dicen que fue Juan Pablo II, otros lo atribuyen a la guerra en Afganistán o a la catástrofe de Chernobyl, esas historias pasan por alto a Mijaíl Gorbachov y su idealismo de un mundo más justo y equitativo.
El momento de la historia de Gorbachov está cuando reemplaza a los viejos líderes soviéticos con corte Stalinista, con represión, con una burocracia y una carrera armamentista que no se podía sostener. Gorbachov lo entendió y comenzó a proponer cambios a través de la Perestroika (renovación) y el Glásnost (transparencia), él creía que con libertad de las decisiones de las naciones que conformaban el bloque sería posible regresar al sueño de Lenin de que el poder radicara en el proletariado, sueño que se había ido perdiendo con el correr de los años y las malas políticas del sistema comunista.
Lo que no calculó Gorbachov era el daño que ya el capitalismo había causado en la sociedad, mientras la URSS buscaba garantizar que todos los habitantes del bloque tuviesen trabajo, educación, vivienda y alimentos, Estados Unidos se había dedicado a promover dictaduras para apropiarse de los recursos de los países donde tenían influencia, y si no le funcionaba, sencillamente los llevaba a guerras civiles o a bloqueos económicos como hizo con Cuba. El comunismo soñaba con el bien común, el capitalismo despertó en deseo del dinero por encima de cualquiera.
Poco después de la caída de la URSS, Yeltsin asume el poder en Rusia y le vende el alma al diablo: los nuevos oligarcas rusos se quedan con los recursos naturales y privatizan empresas, todo con el apoyo de expertos norteamericanos, luego Clinton financia la campaña de reelección de Yeltsin y con ello se sepulta lo que se creía era una democracia. Lo que es hoy Putin se lo debe en gran medida a los gringos, fueron ellos los que le enseñaron a los nuevos capitalistas rusos como hacer negocios.
Sin la URSS no solo perdieron los soviéticos, perdió el mundo, no porque el comunismo fuera bueno, perdimos porque con el capitalismo como único sistema económico se amplió la brecha entre ricos y pobres, las naciones dependen de las corporaciones, apareció el consumismo y consigo el individualismo, se acabaron los sindicatos. Si el siglo XX fue de dos grandes potencias, el siglo XXI es el del capitalismo inhumano donde China también participa.
Gorbachov pasó a la historia, no como el hombre que acabó con el comunismo, si no como el hombre al que no le alcanzó su visión para hacer del comunismo un contrapeso más humano al capitalismo.
Soy un vago que lee.
Soy un vago que lee.
PD: En Latinoamérica confundimos el término capitalismo cuando en la mayoría de países como el nuestro hay un sistema feudal con una burguesía a crédito. No producimos, todo lo compramos, hay más comerciantes que productores y esto es malo para las naciones, porque el comerciante no arriesga, si un producto no es rentable lo cambia por otro, en tanto el productor si corre el riesgo de perder. Un ejemplo palpable es el café que tomamos en Colombia, aunque somos un país productor importamos pasilla de Perú, Ecuador y Vietnam, porque a nuestros comerciantes no les interesa lo que consumamos, a ellos les interesa vender nuestro café en el exterior y vendernos a nosotros lo que en otros países les sale más barato. Esos burgueses, la mayoría endeudados con el modelo capitalista, son los que fácilmente siguen creyendo en el fantasma del comunismo.
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